“Hasta brincamos en el MP para que vieran a las niñas desaparecidas”
Burocratismo exacerbado. Se supone que la Fiscalía de la CDMX desencadena una búsqueda frenética de niños desaparecidos… Fernando sabe que esto no siempre es así, lleva dos semanas tratando de que una autoridad verifique que sus hijas no están desaparecidas y que él “con quien fueron vistas por última vez”, no las oculta ni las secuestró. En la Fiscalía nadie quiere saber dónde están, casos como éste, son allí una verdadera monserga que se pelotean de MP a MP
El caso de Fernando Argumedo se está tornando kafkiano. La Fiscalía de la CDMX lo colocó técnicamente como secuestrador de sus hijas al declararlas desaparecidas luego de que fueron vistas en su compañía. Cuando él intenta presentarlas ante la autoridad, queda claro que nadie en la Fiscalía quiere encontrarlas, que tampoco les importa demasiado el tema de la guarda y custodia en disputa; en realidad, todo allí se reduce a simples trámites burocráticos.
“Prácticamente brincamos frente al MP para que viera que allí estaban mis hijas que según él están desaparecidas”, relata Fernando, “pero lo que hacen todos en la Fiscalía es pelotearse el caso, nadie quiere ver a mis hijas ni las quiere localizar”.
Fernando quiere que se retiren las alertas amber que se emitieron, que incluso contienen errores en datos básicos como la estatura o la fecha de nacimiento, y que posiblemente se solicitaron, amiguismo de por medio, como una forma de presión en un proceso legal de guarda y custodia.
Este lunes, Fernando y sus hijas fueron bateados de la fiscalía de Tláhuac, que dijo que ya envió el expediente a la oficinas centrales, así que ya no es un asunto suyo si las niñas están desaparecidas o no. Cuando papá e hijas llegaron al Bunker de la Colonia Doctores, central de la FGJCDMX, Fernando comprobó que tampoco hay allí interés de encontrar a nadie. El expediente ni se ha leído, así que nadie está al tanto de que un policía de investigación y un par de policías auxiliares ya verificaron que las niñas están en la dirección paterna asentada debidamente ante juzgado.
Sin prestar mucha atención, el MP a cargo escucha que Fernando se presenta y da un número de expediente; cuando la carpeta es revisada, un funcionario se da cuenta de que hay un citatorio para el papá que no ha sido entregado.
–Abogado, vaya a notificarse de una vez –se le dice con cansancio burocrático de lunes a Fernando.
–¿A notificarme? ¿Qué es eso? Y yo no soy abogado…
–¿Entonces quién es usted? –dice el funcionario por fin interesado al descubrir que no está atendiendo al representante legal de una parte implicada en el expediente.
–El papá que según esa carpeta fue visto con sus hijas antes de que éstas desaparecieran. Aquí están mis hijas, no hace falta buscarlas por todo el país, aquí las tiene.
–Espere… no he leído el expediente, vaya a ese escritorio y le van a entregar un citatorio.
–Pero aquí están mis hijas, las que ustedes dicen que hay que buscar y localizar.
–Eso no importa, vaya por el papel.
Fernando, resignado, recoge el citatorio que lo convoca para el día 9 de agosto. Le conmina además a llevar a sus hijas…. “Pero si ya estaos aquí”, alcanza a decir antes de que una mirada aburrida, de lunes burocrático, le deje en claro que de eso, de encontrar a las menores, no se trata el asunto.
Crónica se entrevista con padre e hijas después de esta odisea infructuosa. Verifica que en efecto no hay problema alguno para localizar a las menores cuyas fotografías fueron difundidas en todo el país como caso urgente de desaparición.
Entre los comentarios que salen en la plática, hay consideraciones sobre las consecuencias inmediatas y las de largo plazo por todo esto, “y si mis clientes ya no quieren regresar conmigo porque se me tacha de sustractor de mis hijas?”, “y si salgo a la calle y me detienen”…
Fernando dice que en su último regreso de la Fiscalía a casa, con las dos niñas “desaparecidas” a su lado, pensó y repensó en lo absurdo de la situación. Lo citan para presentar a sus hijas que oficialmente siguen desaparecidas. El citatorio ni siquiera lo hubiera recibido si no es porque el mismo se presentó a tratar de desenredar el asunto. Sus hijas, con todo y brincos frente al MP para llamar su atención, oficialmente no estuvieron allí ni fueron vistas; oficialmente sigue el rastreo frenético de su paradero.
Narra que está trabajando en las madrugadas para recuperar las pérdidas que le está dejando ir un día sí y otro también a las fiscalías que lo pelotean por igual. Ni la Fiscalía de Tláhuac, origen del problema, ni la de protección a menores, ni la desaparecidos, quieren hacerse cargo de desactivar una alerta de búsqueda falsa emitida desde el burocratismo de la dependencia que encabeza Ernestina Godoy.
En el fondo, la alerta no es para buscar a nadie, no hay el menor intento de hacerlo. Las pérdidas de la familia, en trabajo, en amistades que han visto las alertas de búsqueda y en tranquilidad, tampoco son tema para la Fiscalía.